La mañana del sábado 14 de febrero, los files de la Ciudad de México salieron a las calles para acompañar a Su Santidad el Papa Francisco en su recorrido de la Nunciatura Apostólica al Campo Marte, donde abordó un helicóptero hacia Ecatepec, municipio del Estado de México, en el que celebró con alrededor de 400 mil personas el primer domingo de Cuaresma.

A pesar de detenerse en dos ocasiones a lo largo de los 9 kilómetros de trayecto para saludar a las personas congregadas en las vallas, el Papamóvil llegó en punto de las 10:15 de la mañana a las instalaciones del Campo Marte. La recepción en la Plaza Ballisco, helipuerto, estuvo compuesta por el Dr. Eruviel Ávila Villegas, Gobernador Constitucional del Estado de México y poderes del estado por parte de México y S.E. Mons. Oscar Roberto Domínguez Couttolenc, Obispo de Ecatepec.

Durante el trayecto hasta la Unidad de Estudios Superiores, el Papa Francisco estuvo acompañado por fieles que esperaron por su paso desde tempranas horas de la mañana. La santa misa comenzó a las 10:30 como se tenía previsto.

La Cuaresma es un tiempo especial para recordar el regalo de nuestro bautismo. “Este tiempo de Cuaresma es un buen momento para recuperar la alegría y la esperanza que hace sentirnos hijos amados del Padre”, dijo el Santo Padre en el inicio de la homilía. Recalcó que estamos en tiempo de conversión en la que reconozcamos la dignidad que todos llevamos dentro. “Tiempo de ajustar los sentidos, abrir los ojos frente a tantas injusticias que atentan directamente contra el suelo y proyecto de Dios”.

El Papa Francisco enumeró las tres tentaciones actuales que buscan degradar y degradarnos. La primera es la riqueza, al adueñarnos de bienes de todos que son usados sólo para unos pocos; la segunda es la vanidad, una búsqueda de prestigio en base a la descalificación continua y constante de los que “no son como uno” y el orgullo, que es ponerse en un plano de superioridad del tipo que fuese.

Hacia el final de la homilía, Su Santidad recordó a los fieles que la única forma de resistir a las tentaciones del dinero, la fama y el poder es mediante la palabra del Evangelio. “Con el Demonio no se dialoga”, exclamó. “No se puede dialogar porque nos va a ganar siempre, solamente la fuerza de la palabra de Dios lo puede derrotar"

“Y, por favor, les pido que no se olviden de rezar por mí. Gracias”, fueron las palabras con las cuales el Papa Francisco se despidió de los fieles antes de retirarse de la Unidad de Estudios Superiores.